(Ciencias de Joseleg) (Biología) (Teoría
de la Biología) (Teorías de la evolución) (Introducción) (Generalidades) (desde
Grecia al Islam)
(Naturalistas
y escala natural)
(Lamarckismo) (Darwin
y Wallace) (El
origen del darwinismo) (La
selección natural)
(Neodarwinismo) (Teoría
sintética de la evolución) (Selección
sexual) (Carrera
armamentista) (Extinciones
y radiaciones)
(Grandes
saltos) (Deriva
genética) (Aplicaciones)
(Debates
sociales) (Una
nueva síntesis) (Referencias
bibliográficas)
El pensamiento evolutivo no resultó particularmente evidente o convincente para la mayoría de los filósofos antiguos, y medievales por una razón particular, no se contaba con un registro relativamente completo de todas las especies vivientes que habitan en la tierra, y sus diversas y sobre todo graduales características físicas. fue sólo hasta la edad de los grandes imperios coloniales y de la exploración, que los naturalistas de los imperios coloniales tuvieron la posibilidad de empezar a registrar la enorme diversidad de los seres vivos del planeta, y sólo hasta entonces fue que la teoría evolutiva comenzó a emerger, aunque inicialmente de manera bastante tímida debido a las restricciones religiosas.
La escala natural
Durante la edad media la mayor parte de los trabajos de los griegos fueron perdidos para los académicos de occidente. Esto hace referencia a la división del imperio romano en dos, el imperio de Occidente que cayó entre los siglos IV-V y el imperio romano de oriente “también llamado imperio bizantino” que fue destruido en el siglo XV. Cuando los dos imperios se separaron, no solo rompieron en términos políticos, también lo hicieron en términos intelectuales y religiosos. Adicionalmente Alejandría y otras ciudades de oriente que poseían una gran cantidad de centros intelectuales como la Gran Biblioteca cayeron en manos de los árabes islámicos. De esta forma tres bloques emergieron con diferentes políticas e ideas. El primero en caer fue el imperio romano de occidente y al hacerlo gran parte de sus logros académicos se perdieron, y eso sumado a la falta de “reabastecimiento” por parte de otras comunidades académicas en los otros imperios provocó que se perdiera el conocimiento. El conocimiento solo volvió a ser accesible a los europeos occidentales por dos rutas: la primera fue gracias a los contactos comerciales con los árabes que habían preservado y expandido lo que habían hecho los griegos. La segunda ruta fue la caída de Constantinopla y la destrucción del imperio romano de oriente, con lo cual muchos filósofos y académicos migraron a occidente en el siglo XV. De las dos rutas tal vez la más importante fue la primera ya que influyó mucho antes, permitiendo realizar copias europeas propias de los trabajos de filósofos clásicos como Aristóteles en el siglo XII. Eso sin mencionar que los filósofos naturales del Islam habían hecho aportes propios muy importantes en diversos campos del conocimiento como la historia natural, la filosofía natural, la alquimia y las matemáticas.
Figura 11. La escala
natural en la edad media. Representación de la gran cadena del ser mezclada
con un esquema de "árbol", en la copa del árbol se encuentran Dios y
los seres celestiales, luego están los santos, luego los hombres, y así
sucesivamente hasta llegar a los seres inertes.
Los pensadores cristianos que más pueden destacarse en la
edad media son los escolásticos como Abelardo “1079-1142” y Santo Tomás de
Aquino “1225-1274”, los cuales combinaros la clasificación aristotélica con las
ideas de Platón, especialmente las que correspondían al esencialismo y la
perfección de las entidades abstractas o ideales. De este modo el concepto de
la Cadena del Ser o Escala Natural se convirtieron en parte del modo de
pensamiento occidental, tanto así que aun hoy siguen permeando el discurso
sobre la naturaleza. Como se mencionó en la sección de los griegos la cadena
del ser postula que los seres vivos existen en una jerarquía. Esta jerarquía en
la edad media se fusionó con las creencias cristianas, de este modo Dios
quedaba en el trono superior y luego vienen los seres espirituales. Debajo de
ellos los hombres y así sucesivamente la misma escala natural de los griegos. n
esta versión cristianizada del universo perfecto de Platón las especies no
podían cambiar, pues estaban fijas a un ideal. Las criaturas de escalones
cercanos se asemejarían las unas a las otras, lo cual se expresa en el vocablo
latino: “natura non facit saltum”; o en español: la naturaleza
no hace saltos. Como sistema de clasificación la cadena del ser se convertiría
en uno de los fundamentos de la taxonomía Linneana (Artigas, Martnez, Glick, & Martínez, 2006; Carroll, 2000; Franklin,
1986; Witham, 2002).
Con el desarrollo de la Gran Cadena del Ser y el argumento
de diseño por los teólogos cristianos la imagen de un mundo estático con
categorías fijas, con límites claros se hizo bastante común en la cultura
occidental. Algunos teólogos estuvieron más abiertos a la posibilidad de que el
mundo fuera dinámico, y que este dinamismo dependiera de reglas definidas o
también llamados procesos naturales.
Uno de esos teólogos fue Santo Tomas de Aquino quién es
famoso por la distinción entre la causa primaria y las causas secundarias.
Santo Tomás de Aquino insistió mucho más que San Agustín de Hipona en que los
textos de las escrituras como Génesis no debían ser interpretados de una forma
literal que fuera en conflicto o que impidiera a los filósofos naturales la
comprensión del mundo natural. Santo Tomás sentía que la autonomía de la
naturaleza era un signo de la bondad de Dios y que no había conflicto entre la
concepción de una creación divina y de que el universo se desarrollara de forma
dinámica, aunque en ese dinamismo la naturaleza en general tendría un
fundamento teleológico, es decir una razón final y fundamental.
No es objeto de este texto realizar un examen exhaustivo del
cambio cultural que ocurrió paulatinamente en Europa posterior al siglo XV, sin
embargo, vale la pena hablar de ciertas generalidades. Durante los siglos XV y
XVI los contactos con las ciencias del islam y un paulatino cambio cultural se
apoderaron de Europa. Varios eventos dieron lugar a este giro de la actitud,
los que los historiadores citan con mayor frecuencia son: la caída de
Constantinopla “1453”, el descubrimiento de América “1492”, la peste negra
“1347-1353” y la invención de la imprenta “1450”.
El renacimiento y la ilustración también se enmarcan dentro del ascenso de una nueva clase social dominante, los comerciantes ricos de las ciudades “burgos” que en honor a estas fueron llamados burgueses, los cuales se habían originado en las últimas etapas de la edad media. Estos comerciantes influirían mucho en los modos de pensamiento y la práctica científica posterior. Los comerciantes estaban interesados en encontrar fuentes de capital prácticos, y en ese contexto los conocimientos de los griegos e islámicos se convirtieron en algo importante para la competencia capitalista sin reglas durante el renacimiento. De este modo las ciencias abstractas de los griegos se amalgamaron con el espíritu empirista y aplicado desarrollado por los burgueses, lo cual generó el contexto propicio para que las ciencias modernas despegaran con la llegada de filósofos naturales como Leonardo da Vinci "1452-1519", Galileo Galilei “1564-1642”, Vesalius “1514-1564”, Paracelso “1493-1541” entre otros. De esta forma no es aventurado decir que la revolución científica fue fruto de la revolución social del capitalismo y la burguesía; y al mismo tiempo cuando la burguesía incluyó a la ciencia moderna en sus prácticas se generó un ciclo de crecimiento donde los burgueses invertían en ciencia, y esta generaba prácticas que generaban más riqueza.
Figura 12. René
Descartes. también llamado Renatus Cartesius (en escritura latina)
(La Haye en Touraine, 31 de marzo de 1596-Estocolmo, Suecia, 11 de febrero de
1650), fue un filósofo, matemático y físico francés, considerado como el padre
de la geometría analítica y de la filosofía moderna, así como uno de los epígonos
con luz propia en el umbral de la revolución científica.
Para la primera mitad del siglo XVII la historia natural se vio impregnada de una nueva idea, o mejor dicho una nueva analogía proveniente precisamente de los desarrollos tecnológicos de la época, la máquina.
Figura 13. El
cuerpo-máquina. Leonardo da Vinci creó los primeros autómatas modernos
empleando poleas, cables y palancas. La forma humanoide no es para nada azarosa
en este contexto donde el cuerpo humano empezaba a ser visto bajo la
perspectiva de una máquina muy compleja, pero al fin de cuentas una máquina que
podía ser estudiada por los métodos de la filosofía natural y el naturalismo
metodológico.
Ya Leonardo da Vinci “1452-1519” había creado estupendos
artilugios mecánicos, los cuales incluían los primeros autómatas “robots”, por
lo que la idea no era para nada nueva. Fue René Descartes “1596-1650” quien en
base a su filosofía mecanicista propuso asumir que los cuerpos de los seres
vivos incluyendo al ser humano son como máquinas, una metáfora que podía ser
extendida al mismo universo. Este concepto caracterizaría a la revolución
científica de la ilustración en los siglos XVI, XVII y XVIII. Dado que esta
idea parte de una analogía física, Erns Mayr “1904-2005” asocia la analogía de
la máquina a la postura filosófica que en la biología vendría a denominarse
como fisicalismo, la cual también involucra la inclusión de las matemáticas en
el pensamiento de los biólogos (Oldroyd, 1988).
Entre los años de 1650 a 1800 varios autores se alinearon con el pensamiento de Heráclito de un universo dinámico que cambia y se desarrolla con el tiempo, de estos vale la pena destacar a Benoît de Maillet “1656-1738” quien apoyaba la idea de que el universo, la Tierra y la vida misma se habían desarrollado de forma mecánica sin una guía divina.
Figura 14. William
Paley. (Peterborough,
Northamptonshire, Inglaterra, 14 de julio de 1743 – 25 de mayo de 1805), fue un
filósofo y teólogo utilitarista británico, recordado por su analogía del
relojero y sus argumentos para demostrar la existencia de Dios en su obra
Teología Natural, en especial el argumento teológico.
Sin embargo, eran excepciones, siglos de escolástica y de la
fusión de la teología con las ideas de Platón y Aristóteles habían generado un
impacto profundo en el pensamiento occidental, especialmente en lo que refiere
al esencialismo y la teleología. De hecho, la mayoría de los filósofos que se especializaban
realmente en la historia natural como los taxónomos estaban más a favor de que
los seres vivos obedecieran a tipos perfectos creados al principio de los
tiempos por Dios. Estos tipos podían ser clasificados en un orden estricto, lo
cual permitía la generación de categorías bien diferenciadas. Este tipo de
pensamiento tipológico es lo que permitió la creación de los sistemas
taxonómicos de entre los cuales el que nos ha llegado es el sistema de Carlos
Linneo “1707-1778” (Oldroyd, 1988).
La teleología es la idea de que los seres vivos han sido
creados con un propósito, esta idea se adjudica originalmente a Aristóteles,
pero en el renacimiento encuentra sus defensores más fuertes dentro de los
filósofos ingleses. De todos ellos el que ha saltado más a la celebridad
histórica es William Paley “1743-1805” con su famosa analogía del reloj. La
analogía del relojero se basa en la comparación de un fenómeno natural con un
reloj. Normalmente se presenta como preludio para el argumento teleológico, a
menudo de esta manera: Los complejos mecanismos del interior de un reloj
requieren un diseñador inteligente. Al igual que el reloj, la complejidad
de X (un órgano u organismo, la estructura del sistema solar, la vida, el
universo, todo) requieren un diseñador. En esta presentación, la analogía del
reloj no ejerce de premisa para un argumento, sino que sirve de recurso
retórico y preámbulo. Su objetivo es establecer la viabilidad de la premisa
general: mediante el simple hecho de observar algo, se puede saber si es o no
un producto de diseño inteligente. El argumento se puede expresar del siguiente
modo:
“Al observar un mecanismo tan sencillo como un reloj a nadie
se le ocurre dudar que éste es el producto de una creación, que es el resultado
de un trabajo intencional. A ninguna persona en su sano juicio se le puede
ocurrir pensar que un mecanismo como el del reloj, con sus engranajes dentados,
su solenoide y su bobina dispuestos de manera precisa entre sí para funcionar y
medir el tiempo es consecuencia de una sucesión de casualidades que,
progresivamente, han ido dando forma a sus partes y que, además, han dado con
el acople entre sí de dichas partes para dar con la función deseada.
¡Nadie que no esté loco puede pensar que un reloj es
consecuencia del azar! Así pues, ¿quién puede pensar que un organismo como el
humano, mucho más complejo que el de un reloj, es producto del azar? A ninguna
persona razonable se le puede ocurrir negar que todo ser vivo, con sus partes
dispuestas entre sí idóneamente, cada una cumpliendo su función, su finalidad,
interdependientes entre sí es el producto de un artesano sumamente hábil y
poderoso que nos concibió. Nadie en su sano juicio puede dudar que somos
criaturas de Dios.” (Denton & Scott, 1986)
Pensamiento evolutivo, evolución esto, evolucionismo aquello, manoseamos mucho una palabra en épocas remotas que no fue acuñado sino hasta 1762, antes de esto las concepciones de un universo dinámico no serían concebibles con la palabra evolución por sus protagonistas históricos. Es por esto que durante los artículos anteriores hemos preferido emplear expresiones como universo dinámico o pensamiento de Heráclito para describir la idea de cosas que cambian con el tiempo en oposición al pensamiento esencialista. La palabra evolución viene de la raíz latina Evolutio que significa desenvolver un pergamino, en otras palabras, casi como todo en bilogía es una analogía.
Figura 15. Charles
Bonnet (Ginebra, 13 de
marzo de 1720-20 de mayo de 1793) fue un biólogo y filósofo suizo. Fue uno de
los principales exponentes de la idea de Scala naturae y fue autor de
importantes descubrimientos biológicos, como la partenogénesis.
La analogía en este caso hace referencia a expandir lo que
está contenido como un potencial. Este desarrollo de un potencial “evolutio”
fue aplicado originalmente en 1762 por Charles Bonnet “1720-1793” para ser
aplicado a las ideas preformacionistas de la herencia. En palabras modernas lo
más aproximado es la palabra desarrollo. En otras palabras, evolutio se
aplicó para describir el desarrollo embrionario de los seres vivos, pero con el
tiempo fue ganando más y más generalidad (Bowler, 1975; Opitz & Reynolds, 1985).
Posteriormente en el siglo XVIII el filósofo francés Georges Louis Leclerc, conde de Buffon “1707-1788”, uno de los filósofos naturales más influyentes de su tiempo, sugirió que lo que la mayoría de las personas se referían como especies tipológicamente distinguibles no eran más que variedades bien definidas al interior de un grupo más general, las cuales se habían modificado debido a factores ambientales. En otras palabras, tomando la taxonomía de Linnaeus “1739-1778” sugería que los grupos en los que se clasificaban los seres vivos habrían tenido una existencia como si se tratara de un ancestro común tipológico. Posteriormente especuló que las aproximadamente 200 especies de mamíferos conocidos habrían descendido de unas 38 formas tipológicas independientes. Las ideas evolutivas de Buffon eran limitadas, el creía que cada forma original se había formado mediante generación espontánea, siendo estos moldes tipológicos a los que los seres vivos se asemejaban parcialmente. Los trabajos de Buffon buscaban explicar a la naturaleza mediante mecanismos naturalistas, cuestionando la idea de que todas las especies fueran entidades fijas e inmutables. Su trabajo influiría en otros filósofos e historiadores naturales en los tiempos por venir (Farber, 2003; Gayon, 1996).
Figura 16. Georges
Louis Leclerc, conde de Buffon
(Montbard, Borgoña, 7 de septiembre de 1707 – París, 16 de abril de
1788) fue un naturalista, botánico, matemático, biólogo, cosmólogo y escritor
francés. Buffon pretendió compendiar todo el saber humano sobre el mundo
natural en su obra en 44 volúmenes Histoire naturelle. Su enfoque
influyó en la Enciclopedia de Diderot y sus ideas también lo hicieron sobre las
siguientes generaciones de naturalistas y en particular sobre Lamarck, Cuvier y
Darwin.
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