(Ciencias de Joseleg) (Biología) (Teoría
de la Biología) (Taxonomía) (Introducción)
(Filosofía
de la taxonomía) (Preguntas
y problemas de la taxonomía) (Los
3 reinos) (El
sistema lineano)
(Impacto
de la taxonomía lineana) (Los
5 reinos) (Los
3 dominios) (El
problema de la especie) (Las
definiciones de especie) (Complejos
de especies) (Nombres
de las especies)
(Estructura
y partes de un dendrograma) (Homologías,
analogías, homoplasias) (Introducción
al análisis filogenético) (El
concepto de raza en el ser humano) (Referencias
bibliográficas)
A pesar de lo apasionante que puede ser la historia del mundo de la edad media, en términos de taxonomía la cosa fue bastante aburrida, a lo sumo se dieron aportes expandiendo los conocimientos de las categorías taxonómicas establecidas por Aristóteles y otros autores clásicos, pero no se dio una reestructuración de los criterios de clasificación. De hecho, la necesidad de generar nuevas formas para nombrar y clasificar siempre ha estado asociada al descubrimiento de nuevas fronteras, con nuevos seres vivos, en otras palabras, a la exploración de nuevos mundos. Es por esto que nuestra historia de la taxonomía hace un salto cuántico, desde casi entrado el siglo V después de Cristo, hasta el siglo XV, un vacío de mil años. En esta nueva época se generaron nuevas tecnologías para explorar, el telescopio, el catalejo, la brújula, el compás, nuevos barcos con nuevos tipos de madera capaces de resistir el efecto degradante del agua salada de alta mar.
Figura 10. Los nuevos barcos y las tecnologías para
navegar en aguas abiertas fueron fundamentales para el desarrollo de la
biología moderna.
Solo hasta que todos estos elementos de conjugaron con la
actitud política de navegar más allá de las columnas de Heracles “estrecho de
Gibraltar” fue que una nueva era de exploración nació con Cristóbal Colón. El
descubrimiento de América marca un hito importante en la historia de la
taxonomía, ya que todos los grandes imperios se lanzan en una carrera por la
conquista de nuevos territorios, por nueva mano de obra, más recursos. Aunque
estos recursos durante al menos un siglo fueron metales como el oro o la plata,
posteriormente pasaron a ser de una índole biológica. Hacia el siglo XVIII los
imperios de Inglaterra, Francia, España y Holanda ya habían establecido firmes
colonias en ultramar, pero su avidez por riqueza hacía que el oro extraído
fuera insuficiente, por lo que sus nuevos esfuerzos se enfocaron por la
búsqueda de nuevos cultivos con propiedades especiales para el comercio (Baber,
2016; Forbes, 2008; Schiebinger & Swan, 2007).
De esta manera surgieron las esperanzas de la quina, el tabaco, la caña de azúcar. Sin embargo, con la era de exploración también de dio una era de descubrimientos, no solo de especies vegetales, sino también de animales de todas clases. Los estantes de los coleccionistas se empezaron a llenar de nuevos ejemplares, y un creciente caos se apodero de los sistemas para nombrar las especies.
Figura 11. El museo de historia natural fue una de las
instituciones creadas por los imperios coloniales, en este caso para almacenar
los objetos geológicos, los fósiles y los restos muertos de animales y plantas.
Ernest Rutherford trabajó en física, con métodos físicos y
cálculos físicos… le dieron el premio Nobel de química (…), enojado proclamó
unas palabras que ofenderían amor propio de muchos científicos y disciplinas a
lo largo del planeta “la única ciencia real es
la Física, lo demás es filatelia” (Guiry, 2012; Johnson, 2007; Wilkins
& Ebach, 2013). La filatelia es la afición a coleccionar sellos y sobres
postales, y esta comparación es más que pertinente para los orígenes de la
taxonomía, y de la biología misma. La Historia Natural por milenios fue de
hecho una filatelia, un arte de coleccionistas, de hecho, el propio Charles
Darwin se inició por los caminos de la historia natural recolectando insectos
del campo, catalogándolos y organizándolos en colecciones.
Las clasificaciones de los seres vivos debían obedecer a los
cánones establecidos por dos autores clásicos, que filosofías opuestas, Platón
y Aristóteles. De Platón se tomaba la Gran Cadena del Ser, concepto que ya
hemos discutido con anterioridad. En la gran cadena del ser todos los seres
vivos están dispuestos en una organización teleológica y escalar, en el extremo
superior se encuentra Dios/dioses, luego los seres celestiales, luego el
hombre, por debajo la mujer y por debajo las demás criaturas vivientes del
mundo.
De Aristóteles se tomó la noción de dividir al mundo natural
en tres grandes grupos o reinos, el Vegetal, el Animal y el Mineral. Nuevamente
asumimos al mineral como un reino en toda regla ya que muchos autores de la
época de Linneo aun abogaban por la Alquimia, donde se consideraba a los
materiales como el oro, la plata o los cristales preciosos como entidades
vivas.
A pesar de ser Filatelia, las colecciones naturales de seres vivos poseían un enorme poder, el conocimiento, al saber las especies de animales y vegetales de sus territorios, los gobernantes podían estimular los cultivos de ciertas especies en ciertas zonas de sus territorios.
Figura 12. La gran cadena del ser es por decirlo así, la
teoría previa al darwinismo, y algunas de sus ideas se mantuvieron en teorías
evolutivas naturalistas no darwinianas como la ortogénesis y los lamarckismos.
Una planta encontrada en una colonia pequeña o una exploración aventurera podía ser llevada a una colonia más estable y grade, con mayor población y clima semejante para explotarla. Sin embargo, la organización era clave, reconocer que la planta que era llevada a la corte era la misma enviada a las colonias para el cultivo era la misma se hizo preponderante, de allí surgió la necesidad de crear un sistema de clasificación, reconocimiento y nombramiento de las especies naturales. El método de clasificación que más impacto ha tenido fue establecido en el siglo XVIII por Carlos Linneo, el cual rápidamente lo convirtió en la autoridad más importante de Europa en términos de Historia Natural (Baber, 2016; Forbes, 2008; Schiebinger & Swan, 2007).
Figura 13. Considerado el creador de la clasificación de
los seres vivos o taxonomía, Carl von Linné desarrolló un
sistema de nomenclatura binomial (1731) que se convertiría en clásico, basado
en la utilización de un primer término, con su letra inicial escrita en
mayúscula, indicativa del género y una segunda parte, correspondiente al nombre
específico de la especie descrita, escrita en letra minúscula. Por otro lado,
agrupó los géneros en familias, las familias en clases, las clases en tipos
(fila) y los tipos en reinos. Se le considera como uno de los padres de la
biología, su trabajo sería fundamental para las ideas de Darwin y Wallace y el
nacimiento de las teorías evolutivas naturalistas.
No fue sino hasta fines del siglo XVI que las obras
taxonómicas se volvieron lo suficientemente originales como para reemplazar las
antiguas obras griegas. Una de las razones para ello fue el desarrollo de
lentes ópticos, lo que permitió estudiar detalles en las diferentes especies
inalcanzables para los griegos. La recolección de especímenes se convirtió en
parte de las ciencias crecientes, especialmente la así llamada Historia Natural,
y el énfasis se volvió de los aspectos médicos a los aspectos taxonómicos para
la creación de colecciones. El prestigio regional e institucional también
empezó a ser representado en términos de que tan completa era la colección de
especímenes botánicos descritos con sus propiedades farmacológicas. Uno de los
primeros autores fue Caesalpino (1519-1603) en Italia, a quien a veces se le
llama "el primer taxonomista". En 1583 escribió De Plantis (Manktelow,
2010; Sloan, 1972), una obra que contenía 1500 especies. Su clasificación se
basó en el modo de crecimiento junto con la forma de frutos y semillas, al
igual que la de Teofrasto. Algunos grupos que él acuñó todavía son reconocidos,
como las familias Brassicaceae y Asteraceae.
Es uno de los múltiples mecanismos empleados para etiquetar
a las múltiples especies que estaban siendo descubiertas por los naturalistas
exploradores, a medida que las colecciones naturales crecían en los museos,
también lo hacia el problema de la nomenclatura, los viejos nombres eran
insuficientes para describir las nuevas especies, mientras que las especies
viejas tenían múltiples nombres, lo cual era una desgracia a la hora de la
comunicación escrita entre los filósofos naturales, (Fara, 1997; Koerner, 1996;
Schuh, 2003). El sistema de nomenclatura binomial es un método empleado para
darle un nombre formal y único a una especie determinada. Como su nombre
indica, el nombre formal es binomial (bi = dos; nomos = nombre, designación),
esto implica que un nombre formal posee dos descriptores o palabras.
Los hermanos suizos Bauhin (1541-1631; 1560-1624)
escribieron la obra Pinax
Theatri Botanici en 1623 (Forbes, 2016; Manktelow, 2010; Ogilvie, 2003;
Selosse, 2005). La palabra Pinax significa registro, y la obra es una lista de
6000 especies. Los hermanos Bauhin incluían sinonimias, que era una gran
necesidad de la época debido a que no se había estandarizado un sistema de
nomenclatura universal. Por esta época, las especies eran conocidas con muchos
nombres diferentes en diferentes libros, y Pinax Theatri Botanici puso de
manifiesto el problema de la confusión de las lenguas en el mundo taxonómico
que mencionamos en capítulos anteriores con el caso del lobo. Los hermanos
Bauhin reconocieron géneros y especies como importantes niveles taxonómicos,
aunque no con el mismo significado que empleamos actualmente.
El naturalista inglés John Ray (1627-1705) escribió varias
obras importantes a lo largo de su vida. Su contribución más importante fue el
establecimiento de especies como la unidad fundamental de la taxonomía. En 1682
publicó Methodus
Plantarum Nova, que contenía alrededor de 8000
especies de plantas, resultado de un concepto de especie relativamente
estrecho. Su complicada clasificación se basaba en muchos personajes
combinados, en contraposición a los taxonomistas anteriores. Ray tenía como
objetivo publicar un sistema completo de la naturaleza, que incluía obras sobre
mamíferos, reptiles, pájaros, peces e insectos, entre los que se incluía el
trabajo taxonómico entomológico pionero (Atran, 1987; Manktelow, 2010;
Müller-Wille & Scharf, 2009; Sloan, 1972).
En Francia Joseph Pitton de Tournefort (1656-1708) construyó
una clasificación botánica que llegó a gobernar en la taxonomía botánica hasta
la época de Carl Linneo. En 1700 publicó Institutiones Rei Herbariae,
en el cual alrededor de 9000 especies fueron enumeradas en 698 géneros. Puso el
énfasis principal en la clasificación de géneros, y muchos géneros fueron
aceptados por Linneo y todavía en uso hoy. La clasificación de la planta de
Tournefort se basó exclusivamente en caracteres florales. El sistema de
Tournefort fue el utilizado por Linneo como un joven estudiante, pero mientras
que Tournefort negó la presencia de la sexualidad en las plantas, Linneo, por el
contrario, basó su sistema en ese argumento (Charmantier, 2011; Llana, 2000;
Manktelow, 2010; Müller-Wille & Charmantier, 2012; Rouhan & Gaudeul,
2014).
El nombre binomial generalmente viene escrito en latín, pero actualmente se emplean otros nombres, generalmente de lenguas muertas como el griego, o de lenguas nativas como en Tiktaalik roseae, donde el primer nombre es una palabra Inuktitut, una tribu Inuit “esquimales” (Daeschler, Shubin, & Jenkins, 2006). La adopción por los biólogos de un sistema de nomenclatura estrictamente binomial se debe al botánico y médico sueco Carl von Linné, más conocido por su nombre latinizado Carl Linneo o simplemente Linneo (1707-1778). Fue en su obra de 1753 Species Plantarum que primero comenzó consistentemente con un nombre trivial de una palabra junto con un nombre genérico en un sistema de nomenclatura binomial (Clifford & Bostock, 2007; Heller, 1964; Stearn, 1959).
Figura 14.
La primera palabra del nombre binomial describe el grupo al
cual pertenece la especie de manera inmediata o Género, y el segundo nombre es
el que la distingue del resto de las especies del mismo género. El sistema
binomial viene a su vez enlazado al sistema jerárquico, en el cual todos los
seres vivos se agrupan en una serie de subgrupos dentro de los reinos de la
naturaleza. Dado que usamos como referencia a Carl Linneo, el marco de
referencia son obviamente los reinos aristotélicos de Linneo no alteró. Sin
embargo, uno de los problemas que ha afrontado la taxonomía aun desde los
tiempos de Linneo es la definición de especie. Aparentemente Linneo y sus
contemporáneos asumieron una definición morfológica de especie, por lo que los
grupos de seres vivos fueron seleccionados por sus morfologías similares.
Esta tradición morfológica no es original de Linneo, ya que
el mismo Aristóteles utilizó el criterio morfológico para establecer los grupos
animal y vegetal, así como numerosos grupos de animales como insectos,
arácnidos, vivíparos u ovíparos. La nomenclatura para la época inmediatamente
anterior y durante el tiempo en que Linneo fue educado era un verdadero
disparate, pues los criterios de clasificación cambiaban de un autor a otro. De
hecho, el modo en que se nombraban a las especies no obedecía a grupos sino a
descriptores y se denominaba sistema de clasificación polinomial. Un nombre
polinomial podía consistir en dos o más nombres en latín que tenían un
significado, es decir formaba una oración que transmitía una idea completa de
la descripción del animal o vegetal en cuestión. El sistema era útil para
géneros con pocas especies en las que se empleaban descriptores cortos, pero en
géneros con muchas especies los descriptores podían hacerse muy largos.
Un ejemplo de uno de estos nombrecitos: Plantago foliis ovato-lanceolatus pubescentibus, spica cylindrica, scapo tereti (planta con hojas ovales-lanceoladas, un pico cilíndrico y una forma de tetera), el nombre binomial de la misma especie es Plantago media (Forey, 2005). En resumen, el sistema de clasificación binomial hace referencia a grupos, mientras que el polinomial hacía referencia a una descripción. Debido a la longitud de los nombres descriptores polinomiales, muchos autores anteriores y contemporáneos a Linneo intentaban recortar los descriptores lo más posible e idealmente a dos nombres. Debido a su facilidad de memorización, los nombres binomiales comenzaron a imponerse en los textos de comunicación científica durante el siglo XVIII.
Figura 15. El llantén mediano (Plantago media) es una especie de
planta herbácea natural de toda Europa, Norteamérica, norte de África y Asia.
La taxonomía linneana puede ser confusa de rastrear en la
literatura escolar y especializada debido a que refiere a dos ideas diferentes.
La primera al modo en que las especies reciben su nombre propio, cuestión
conocida como la alfa taxonomía. La segunda idea de la taxonomía linneana es la
idea de la agrupación basada en rangos jerárquicos, conocida como la beta
taxonomía. Los rangos son una serie de subgrupos dentro de grupos más grandes.
Cada grupo posee una serie de características generales que son compartidas por
todas las especies pertenecientes a este grupo. Por ejemplo, Todos los
mamíferos comen leche durante su etapa juvenil, la ballena toma leche durante
su etapa juvenil, por lo tanto, la ballena es un mamífero.
Estas descripciones de grupos permiten agrupar una gran
cantidad de información general sobre una especie mediante la ubicación en un
grupo determinado. En su obra Imperium Naturae, Linneo prosiguió la tradición
aristotélica con los tres reinos clásicos de la naturaleza, el reino animal, el
reino vegetal y el reino mineral. Cada uno de estos tres reinos poseía una
serie de subgrupos (Minelli, 1996), por ejemplo, Reino animal: Classis 1. Mammalia; Classis 2. Aves; Classis 3. Amphibia;
Classis 4. Pisces; Classis 5. Insecta;
Classis 6. Vermes.
De la taxonomía superior “superior al rango de especie”
establecida por Linneo solo el reino animal posee grupos que más o menos
concuerdan a los grupos que se estudian en las dos taxonomías modernas que se
divulgan al nivel escolar la de Whitakker y la de Woese. En los otros dos
reinos, los subgrupos fueron restablecidos casi en su totalidad. El método de
clasificación basado en rangos para los seres vivos fue originalmente
popularizado por Linneo, tal vez debido a esto con el tiempo se le fue dando el
crédito completo por ello hasta que la idea se englobó bajo su apellido, a
pesar de que la idea de la existencia de rangos, incluso rangos tipológicos
establecidos de manera divina ya estaban en uso desde hacía milenios.
La verdadera innovación de Linneo fue el sistema de nombrar
especies. Un aspecto primordial de los grupos jerárquicos es que son
incluyentes. Una especie no deja de ser un vertebrado, solo por pertenecer a un
subgrupo de mamíferos. De esta forma un Homo
sapiens no deja de pertenecer al grupo de los mamíferos, de los
vertebrados o de los animales solo por ser Homo
sapiens. Esta idea de
inclusión de subgrupos en grupos más grandes probaría ser importante en
posteriores teóricas en historia natural, en especial a aquella que daría
nacimiento a la biología.
Tal vez la única que no se encuentra
en los libros, pero que es la más importantes es:
El que lo encuentra le pone nombre
Nos enfocaremos ahora a los problemas de la alfa taxonomía, es decir la taxonomía enfocada el poner nombres a los seres vivos. Los científicos viven de su prestigio, algunas veces por razones económicas “entre más prestigio hay más fondos de investigación y mejores cátedras en mejores universidades” otros los buscan por el prestigio mismo, ser inmortalizados por la comunidad científica a la que aportaron.
Figura 16. La taxonomía se convirtió en una ciencia con
fuertes connotaciones políticas, y sus científicos se convirtieron en generales
y políticos, los cuales lideraron facciones de la revolución americana que
terminó con la independencia de Colombia, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Perú (YouTube).
El historiador natural, en el pasado, o el biólogo, en la
actualidad, que logra descubrir una nueva especie tiene el derecho de ponerle
nombre y este acto mismo le confiere prestigio. Esto sucede tanto para animales
vivos como extintos. Un ejemplo moderno es el paleontólogo chino Xu Xing quien
actualmente es uno de los paleontólogos más prestigiosos del mundo debido en
parte a la gran cantidad de nuevas especies de fósiles que ha descrito. La
nomenclatura biología y su subsecuente taxonomía es uno de los mejores de
ciencia que podemos tener, por un lado, es evidentemente un modelo abstracto
que intenta representar una organización natural ya fuera divina “para los
tiempos de Linneo” o evolutiva “para la época actual”. Otro aspecto vital de la
taxonomía es que no puede hacerse individualmente, el nombre formal de una
especie solo se hace tal si una comunidad lo suficientemente grande de expertos
la aceptan.
Una de las primeras crisis que la labor de taxonomía y
nomenclatura en la historia natural afrontada por los contemporáneos a Linneo
fue el de la comunicación. Como lo señaló Kuhn (1970) en su obra “Historia de
las revoluciones científicas” una ciencia se define como tal, si es llevada a
cabo por una comunidad de expertos, con un lenguaje propio y un mecanismo de
comunicación bien establecido. La taxonomía y la nomenclatura seria este nuevo
lenguaje al cual Linneo le dio unas reglas claras, sin embargo, en su época las
comunicaciones eran muy problemáticas. Varios exploradores podían encontrar una
misma especie, cada uno le daría un nombre, por lo que se generarían
confusiones. En el siglo XIX “casi un siglo después de la época de Linneo” el
conflicto se resolvió estableciendo canales de comunicación adecuados para la
comunidad de expertos, escrita en el lenguaje propio. Para nombrar una especie
se generaron una serie de reglas complejas que aseguraran que:
1.
Cada especie tuviera un solo nombre científico.
2.
En caso de que dos nombres compitan, el que su
publique formalmente con anterioridad sería el que lleve la prevalencia.
3.
Cada nombre de cada especie estaría asociado a
un espécimen “o dos en caso de dimorfismo sexual” de la especie, almacenado en
un museo, el cual serviría como estándar para agrupar nuevos especímenes de la
misma especie.
4.
La descripción de los especímenes debería
realizarse en textos académicos aceptados por la comunidad de expertos,
inicialmente libros escritos por grandes autoridades, y posteriormente revistas
científicas indexadas y revisadas por pares.
A pesar de lo anterior el sistema no es libre de fallos. Los
especímenes tipo muchas veces estaban en malas condiciones “por decirlo
amablemente”, adicionalmente el sistema no estaba libre de generar sinónimos, o
de que algún avivato intentara colar una quimera. De hecho, actualmente muchos
taxónomos gastan años de su carrera tratando de organizar el caos de la
taxonomía y la nomenclatura del siglo XVIII y XIX, más aún porque los
especímenes tipo de los museos se han ido deteriorando por más de 200 años de
almacenamiento en condiciones inadecuadas. El problema no reside solo en el
pasado, actualmente muchas especies son descritas pobremente en publicaciones
aisladas con carencia de impacto y repetición. Esto es aceptable con
especímenes fósiles donde en ocasiones solo se tiene un espécimen para examinar,
pero no es comprensible en especies vivas que conviven en poblaciones de
millones de individuos.
Todo esto sin aun llegar al hermoso problema de la especie.
Uno de los conceptos asumidos a priori por todos estos estudios es la idea de que las
especies existían como entidades reales, es decir, se asumía el fijísmo
platónico en que todos los miembros de una población se asemejaban a un ideal
platónico perfecto de dicha especie. Es por esto que el concepto de espécimen
tipo cobra significado, un espécimen tipo es un promedio de la población, el
cual sería una aproximación al patrón platónico. Actualmente el concepto de
espécimen tipo de ha matizado, en lugar de un solo espécimen, el biólogo debe
emplear una cantidad estadísticamente significativa de individuos para
describir la especie siempre que sea posible, y adicionalmente el concepto
mismo de especie tiene una serie de condiciones y puntos grises que en la
actualidad englobamos bajo el eslogan de: complejos de especies.
La taxonomía de Linneo se basa en rangos, sin embargo, cuando uno observa los rangos empleados aparece el detalle de que no son los mismos que están consignados en los libros de texto. Linneo emplea prioritariamente los rangos de reino, clase, género y especie.
Figura 17. Los rangos taxonómicos clásicos son un
esquema muy común en los libros de texto, aun cuando la verdadera historia
puede llegar a ser mucho más complicada.
Otros rangos taxonómicos se fueron adicionando a medida que
en los siglos XVIII y XIX la cantidad de especies descubiertas seguía
aumentando a un ritmo vertiginoso. Nuevos grupos de especies, nuevas formas
generales. Los historiadores naturales se vieron en la obligación de describir
nuevos grupos, grandes o pequeños para poner orden en esta marea creciente de
especies. De este modo los rangos o categorías taxonómicas clásicas serian
establecidas: Reino,
Filum,
Clase,
Orden,
Familia,
Género,
Especies
y subespecies.
Los rangos clásicos como ya se mencionó anteriormente son incluyentes y se
pueden visualizar como pirámides invertidas, en las que de un grupo general se
van seleccionando en cada nivel grupos más específicos asociados a una
categoría taxonómica, hasta que finalmente se llega al rango de especie.
Cabe destacar que estas categorías son completamente
arbitrarias, no existe un número estandarizado de especies en un género, en los
mamíferos pueden existir perfectamente géneros con una o dos especies, mientras
que en los invertebrados pueden existir géneros con cientos de especies. Lo
mismo sucede con los otros rangos taxonómicos, pues su designación como tal
dependía más de la autoridad y la aceptación de la comunidad con el objetivo de
organizar más que de describir alguna tendencia natural, fuera esta divina u de
cualquier otra índole. Al ser rangos incluyentes, el ser humano por ejemplo
sería clasificado como un tipo de animal, Homo
sapiens, hombre que piensa, sin embargo, la designación de género
y especie no lo excluye de los rangos taxonómicos superiores, como el de
mamífero, vertebrado, o animal. El problema con los rangos clásicos es que no
se quedaron estancados allí, ¡cuando llegamos al siglo XX podemos tener más de
60 rangos fácilmente!
Aun actualmente muchas personas encuentran particularmente grosera la idea de clasificar al ser humano dentro del mundo natural, de clasificarlo como un animal, como si tal epíteto los rebajara del centro del universo de sus creencias socioculturales. Muchas veces el agua sucia se le echan a Darwin y a la Teoría de la Evolución, pero en realidad el problema del hombre en la naturaleza inicia con Linneo, al menos de acuerdo con Enrs Haeckel, un famoso biólogo alemán.
Figura 18. La descripción de los otros primates no
humanos aún era muy cruda en la edad de la exploración.
En términos de ciencia moderna, Linneo fue el primer
académico en clasificar al ser humano dentro de un sistema de clasificación
biológica naturalista. En su primera edición de Systema
Naturae, Linneo creó el grupo Anthropomorpha
“con forma humana”, colocando a los monos y al ser humano dentro de este mismo
grupo (Douglas, 2005; Laitman, 2004; Varsava, 2011; Watson, Penny, &
Easteal, 2001). No tardaron en llover críticas desde la perspectiva académica,
como las de Johan Gottschalk Wallerius, Jacob Theodor Klein y Johann Georg
Gmelin, señalando la circularidad del argumento (Genesis, 2005), ¿llamar al ser
humano como perteneciente al grupo de los animales con forma humana?
Linneo respondió que la semántica del nombre no le
interesaba, desde que, los simios y los humanos permanecieran en el mismo
grupo. De hecho, el afirmó que no existían diferencias genéricas significativas
que, diferenciaran a los simios del hombre en base a las reglas de la historia
natural (Genesis, 2005). Lo anterior conllevaba a una serie de consecuencias
teológicas muy inquietantes, en primera instancia colocar al ser humano al
mismo nivel de los monos degradaría la posición superior del ser humano, la
cual se había asumido desde siempre en base a dos fuentes de gran autoridad, la
Gran Cadena del Ser de Platón, y la misma Biblia donde claramente el ser humano
había sido creado de una manera única como centro, eje y objeto de toda la
demás creación.
La segunda consecuencia que aun hoy, inquieta de manera
insoportable a algunas personas es que, si los humanos y los primates no se
pueden distinguir en base a un diseño único y diferenciable con claridad,
significaría que los monos y los simios fueron creados también a imagen de
Dios. Esto era, es y será algo que muchos nunca aceptaron, aceptan o aceptarán.
Resulta gracioso como este conflicto entre visiones de mundo tiende a asociarse
con Darwin 100 años después, como si él se hubiera sacado todo el concepto del
sobrero. La obra de Linneo demuestra que las ideas de que el ser humano hacía
parte del resto del mundo natural habían estado incubándose desde hacía mucho
(Corbey, 2005; Reid, 2009; Ritvo, 1995).
Es evidente que las criticas teológicas en una época en la
que la teología aún era un factor político y legal peligroso “como lo
demuestran otros dos autores de épocas no muy lejanas: Redi 1626-1697 y Galileo
1564-1642; comparados con Linneo 1707-1778”, muchos filósofos naturales habían
sido amenazados y encarcelados por sus “ideas peligrosas”. Por lo anterior,
Linneo debió explicarse con mayor claridad, así que en la décima edición de Systema Naturae introdujo
los nuevos términos de Mammalia y Primates, en donde el segundo
reemplazaría a Antropomorpha. Esa publicación también es
importante ya que es el primer documento académico en el que se bautiza al ser
humano con el nombre científico con el que ha sido reconocido hasta el día de
hoy, Homo sapiens (Buckeridge, 2009;
Schwartz, 2016).
La nueva clasificación recibió menos críticas, aunque muchos
historiadores aún creen que fue Linneo y no Darwin quien sacó al ser humano de
su trono de gobernante de la naturaleza, a ser solo una parte de la naturaleza
igual que las demás. Linneo creía firmemente que el ser humano biológicamente
pertenecía al reino animal y tenía que ser incluido en este (Fracchia, 2014).
Más aún en su libro Dieta
Naturalis Linneo fue tan lejos como afirmar que los demás animales
también poseían un alma y que la diferencia entre ellos y el ser humano recaía
en un diferente grado de nobleza (Mulhern, 2015).
Posteriormente Linneo adicionó otras tres especies al género
Homo. El primero basado en una
publicación de 1658 de Jacobus Bontius del hombre de las cavernas, al cual
clasificó como Homo troglodytes (Porshnev,
Bayanov, & Bourtsev, 1974). La tercera especie fue Homo lar descrita por Gunnar
Broberg, Linneo creía que Homo lar era
más semejante al ser humano de lo que había sido descrito por su descubridor
aduciendo que probablemente fueran humanos vestidos con pieles de simios para
espantar a los colonos y exploradores de Europa (Linneo, 1771; Santos &
Campos, 2014). Posteriormente futuras re-descripciones de Homo lar condujeron
a su reclasificación fuera del género Homo,
la especie se nombró luego como Lar gibbon
y actualmente se conoce como Hylobates lar (Chatterjee,
2009).
Figura 19. Los hilobátidos (Hylobatidae) son una familia de
primates hominoideos que incluye a todas las especies de gibones y al siamang.
Esta familia agrupa a cuatro géneros, Hoolock, Hylobates, Nomascus y Symphalangus, los cuales a su
vez integran dieciocho especies. Se diferencian de los otros hominoideos
principalmente por su menor tamaño, la gran longitud de sus brazos con respecto
al tamaño corporal, su estilo de vida exclusivamente arborícola, el uso de la
braquiación como forma principal de locomoción y por su organización social
basada en parejas monogámicas. Al igual que los demás hominoideos su cavidad
craneal es voluminosa; sus órbitas son grandes y algunas especies poseen un
saco gular en el cuello que les permite intensificar sus llamados. Obtienen su
alimento en las horas del día y la mayoría de las especies se alimentan
principalmente de pulpa de frutas, complementando su dieta con hojas e
invertebrados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario