(Ciencias de Joseleg) (Biología) (Teoría de la Biología) (Taxonomía) (Introducción) (Filosofía de la taxonomía) (Preguntas y problemas de la taxonomía) (Los 3 reinos) (El sistema lineano) (Impacto de la taxonomía lineana) (Los 5 reinos) (Los 3 dominios) (El problema de la especie) (Las definiciones de especie) (Complejos de especies) (Nombres de las especies) (Estructura y partes de un dendrograma) (Homologías, analogías, homoplasias) (Introducción al análisis filogenético) (El concepto de raza en el ser humano) (Referencias bibliográficas)
El impacto del sistema binomial no tiene comparación, ya que
este se sigue empleando como el estándar para la nomenclatura de las especies
aun cuando en ciertos casos se emplean ciertas modificaciones y adiciones que
lo asemejan a un sistema polinomial. Sin embargo, esto solo ocurre para
variedades domesticadas desarrolladas bajo selección artificial o ingeniería
genética. Todas las demás especies, fósiles o vivas reciben siempre como mínimo
el nombre binomial, como factura de su reconocimiento de existencia por parte
de la comunidad científica. El valor y estabilidad del sistema binomial como
estándar de nomenclatura se debe a ciertos factores:
Comparado con el sistema polinomial que lo antecedió, los
nombres binomiales eran más cortos y fáciles de recordar. De hecho, este
sistema de nomenclatura concordaba con la tradición para nombrar personas, en
donde el patronímico “nombre de la familia paterna” antecede al nombre
específico de la persona.
Un francés nunca toleraría que el lenguaje internacional
para la nomenclatura de los seres vivos fuera el inglés, lo mismo podría
decirse de un español con respecto a un francés etc. Debido a los conflictos
políticos se requería un lenguaje neutro, que pudiera ser gobernado por
reglamentos internacionales aceptables y aceptados por todos los expertos. Este
lenguaje fue el latín, la lengua de la iglesia y los académicos desde hacía
casi 1000 años. Aun cuando los conflictos de religión trajeran consigo el
rompimiento con Roma, la tradición del uso del latín en contextos académicos no
se rompió ya que era la única manera en que autores de culturas diferentes
podrían comunicarse, un ejemplo fueron Linneo y José Celestino Mutis, quienes
no conocían las lenguas nativas de su interlocutor, por lo que debían
escribirse cartas en latín.
Los nombres binomiales al ser escritos en una lengua muerta,
pero de amplio uso por académicos permitía que, el nombre común dado en las
diferentes culturas fuera irrelevante, el nombre en latín designaría a la misma
especie en Francia, en Inglaterra, en España, en Holanda o en todas las
américas.
Una especie determinada debe tener solo un nombre, sin
embargo, en ocasiones es difícil establecer los límites que separan a dos
especies como en el caso los complejos de especies. En los
fósiles pueden ocurrir situaciones donde dos fósiles son muy similares, y por
falta de criterio reproductivo, los debates a cerca de la nomenclatura pueden
hacerse álgidos y una misma especie puede eventualmente ostentar dos nombres.
En tales casos tendremos un nombre sinónimo si se demuestra que los especímenes
pertenecen a una misma especie.
Aunque lejos de ser absoluta, los principios que regulan la
nomenclatura bilógica como el principio de prioridad permiten que la cantidad
de sinónimos para una determinada especie sea mínima o nula. Por ejemplo,
cuando las especies son removidas de un género a otro (cosa que es más común de
lo que se pensaría) siempre se tiende a mantener el nombre específico y se
altera solo el género. Otro caso común es cuando se empiezan a encontrar más
especies asociadas con una sola especie en un género, en tales casos la especie
patrón es trasladada a un nuevo género, su nombre específico se convierte en el
nombre del nuevo género y las demás especies nuevas se nombran en base a esta.
Desde la perspectiva de Kuhn (1970), el sistema binomial le
proporcionó a la biología un lenguaje propio, con reglas claras, y al existir
este, una comunidad científica real pudo empezar un proyecto de ciencia normal
en la que el conocimiento pudiera crecer de manera predecible. El modelo
Linneano como ya hemos dicho anteriormente se basa en dos factores, la
nomenclatura de Linneo y la taxonomía de Linneo. La taxonomía representa el
modo de agrupar las especies reconocidas y nombradas por la nomenclatura.
Debido a la anterior, la taxonomía puede cambiar mucho, muy rápido y de manera
radical, mientras que la nomenclatura cambia lentamente. En otras palabras,
aunque la taxonomía se construye gracias en parte a la nomenclatura, ambas
esferas son relativamente independientes. Históricamente la nomenclatura de
Linneo ha sido muy estable, pero la taxonomía de Linneo “heredera directa de la
taxonomía de Aristóteles” comenzaría a echar agua bastante rápido, gracias al
invento de un holandés, el microscopio.
Figura 20. El primer microscopio era poco más que una
super-lupa, pero fue suficiente para apreciar un nuevo mundo de seres vivos.
La edad de la exploración fue permitida por innovaciones
tecnológicas que permitieron a los exploradores viajar a nuevos mundos, más
grandes y lejanos (Haycox, Barnett, & Liburd, 1997; Merullo & Fleming,
2009; Weaver, 2015). Durante la misma época, y derivada de la tecnología de
lupas y lentes se generó otro instrumento que permitió explorar otros mundos,
pero esta vez mundos pequeños que siempre estuvieron a nuestro alcance, pero
que nuestros ojos nunca pudieron ver. Systema Naturae
Esto representa un aspecto de la ciencia normal indicada por
Kuhn en sus escritos, donde las anormalidades de un modelo generalmente se
acoplan al modelo mientras este las pueda abarcar. Tuvieron que pasar 100 años
de avances en microscopía hasta que la comunidad científica reevaluara el
problema de los reinos. Durante este tiempo de adicionaron grandes cantidades
de nuevas especies que desdibujaban los límites entre animales y vegetales. En
1866 siguiendo propuestas de varios biólogos entre los que destaca Richard Owen
y Erns Haeckel se propuso una modificación al modelo de Aristóteles. Por un
lado, se abandonó finalmente al reino mineral debido al alejamiento definitivo
de las ideas alquimistas durante el siglo XVIII (Fantini, 2013; Whicher, 2015),
y adicionalmente se decidió crear un reino aparte para aquellos organismos
unicelulares. El reino nuevo sin embargo es un dolor de cabeza, por ejemplo,
varias fuentes usan dos nombres para el mismo grupo en sus inicios, protista y
mónera. Ambos propuestos por el mismo hombre “Haeckel” en el mismo año,
1866. El uso diferenciado de ambos
términos solo se hará hasta el siglo XX con el desarrollo del microscopio
electrónico.
Figura 21. A diferencia de Linneo, Darwin vivió en una
época donde ya no te quemaban por pensar diferente, aunque sí tuvo que
enfrentar muchas sátiras.
Charles Darwin vivió a finales de la era de la exploración,
el mismo fue historiador natural formal a bordo de una nave de exploración, el
HMS Beagle. Los historiadores naturales de la época tenían dos funciones, la
primera era amenizar el viaje para los capitanes y oficiales de alto rango de
las embarcaciones, debido a su gran conocimiento “para hacer charlas de Lords
ingleses tomando te”. La segunda función algo más seria de los historiadores
naturales era capturar especímenes en las tierras visitadas, y de ser posible
que fueran especies nuevas, para luego enviarlas a los museos de historia
natural de Inglaterra, y así incrementar su prestigio y/o encontrarles
utilidades económicas (Browne, 1992; Shermer, 2002).
Aun en esta época la vieja competencia por el conocimiento
entre los imperios se mantendría, de hecho, aún se mantiene, aunque la
tendencia viró desde la biología hacia la física en el siglo XX. La taxonomía
tomó un rumbo y significado completamente diferente después de la publicación
de artículo original de Darwin y Wallace sobre “Sobre la tendencia de las especies a formar
variedades, y sobre la perpetuación de las variedades por métodos naturales de
selección” publicada en 1858 y posteriormente con la
publicación de su libro que reforzó los conceptos del artículo, y que capturó
la imaginación popular por siglos, el “Origen de las Especies” en 1859 (Darwin,
1859; Gould, 1982).
Las observaciones de Darwin y Wallace, así como los
experimentos con domesticación y generación de nuevas líneas de animales de
granja conllevaron a Darwin a argumentar que las especies no eran entidades
fijas que debían asemejarse siempre a algún tipo fijo. En otras palabras, negó
la existencia de los ideales platónicos, y sin ideales platónicos, las especies
tipo empleadas por los museos como estándares para la nomenclatura deberían
adquirir un significado diferente. Por otra parte, las ideas de Darwin y
Wallace conllevaban a la idea de que las especies nuevas podían emerger de
especies viejas, aunque los métodos para lograr este cometido jamás fueron abordados
en el
Las ideas de Darwin otorgaban un nuevo criterio para poder clasificar a las especies, en lugar de asumir la existencia de una especie tipo, fija e ideal, para Darwin las especies descendían de un ancestro común el cual heredaba a todos sus descendientes una serie de características comunes que podrían ser empleadas para agruparlos, algo así como un árbol genealógico. La idea ciertamente calzaba como anillo al dedo para mucha de la labor que había sido realizada por los taxónomos décadas atrás, pues debido a que habían clasificado a los seres vivos en base a sus similitudes morfológicas, muchos de los grupos que ya estaban descritos se los podía interpretar en base a los nuevos criterios, aunque otros grupos fueron modificados. Otro aspecto de los nuevos criterios taxonómicos es que la taxonomía dejó de ser descriptiva. Cuando se igualó el concepto de diagrama taxonómico al de historia evolutiva, fue fácil para los biólogos empezar a realizar hipótesis predictivas sobre grupos de animales que deberían existir, de modo tal que conectaran las ramas de grandes grupos taxonómicos (Beebe, 1915; Kutschera & Niklas, 2004; Porshnev et al., 1974).
Figura 22. Archaeopteryx Lithographica es un fósil
transicional, su esqueleto es mayoritariamente el de un dinosaurio maniraptor semejante a los
ancestros de los velociraptores y deinonicos, pero las plumas a su alrededor eran más que evidentes.
Dos ejemplos simples, fueron la hipótesis de la existencia
de eslabones perdidos entre los humanos y los primates del viejo mundo
(Bartstra, 1982; Rightmire, 1991), y el segundo el de la existencia de un grupo
de reptiles que compartiera características similares a las de las aves (Beebe,
1915; Bretsky, 1979; Wellnhofer, 2010). Estas predicciones lanzaron a los
geólogos y paleontólogos a cavar por todo el mundo en busca de estas criaturas
quiméricas. Algunas fueron verdaderas quimeras, engaños creados con el
propósito o de incrementar el prestigio personal, o con el propósito más oscuro
de destruir el prestigio de las nuevas teorías, el caso más paradigmático de
tales quimeras en el hombre de Piltdawn (Knafl & Morse, 1994; Tobias, 1992;
Walsh, 1996).
Otros fósiles encontraron fueron reales, verdaderas joyas de la predicción científica, el primero Archaeopteryx, Lithographica un animal que compartía características de ave y de reptil. El segundo fue Homo erectus, un primate antropomorfo muy similar al ser humano, pero con características que lo diferenciaban, como por ejemplo un menor volumen craneal promedio.
Figura 23.
A partir de Darwin la taxonomía se haría filogenética
“describir grupos naturales como un árbol genealógico”, y la definición de
grupo natural y artificial emergería como aquellos que representan una historia
evolutiva y aquel que representa un grupo arbitrario, respectivamente. Así se
cierra la edad de la exploración desde la perspectiva de la taxonomía, donde
las reglas de nomenclatura estaban claras, pero la taxonomía no.
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